Y el BID ¿para qué?

Francisco Santos

Por: Francisco Santos - 25/11/2022


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La junta de gobernadores del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) tomó esta semana la decisión de nombrar nuevo presidente y así poner fin a la crisis que se dio con la salida de su antecesor Mauricio Claver–Carone.

El nombramiento de un técnico, el brasileño Ilan Goldfajn, con trayectoria en banca privada y pública y sin mayor perfil político dejó poco contentos a Lula y a AMLO gobernantes de las dos economías más grandes de la región. El primero lo detesta por ser una persona que viene de la administración Temer a la que Lula califica de “golpista” y el segundo porque su candidata solo tuvo 3 votos.

Arrancará Goldfajn con problemas de gobernabilidad en una entidad de complicadísimo manejo. El directorio co-gobierna y después de la crisis de Claver–Carone va a tomar aun más control de la administración de la entidad. Y con los codirectores de Brasil y México en contra no la va a tener fácil el nuevo presidente.

Que además llega a una entidad con problemas pues el banco ha perdido peso en la región, pesa más en Washington y eso ya es poco en esa ciudad discordante, necesita un aumento de capital y finalmente en un balance serio sobre sus décadas de funcionamiento genera muchos interrogantes. Mucho “proyectico” o proyecto y poco impacto de verdadero cambio en la región. Claro, no es solo problema del banco -aunque su talante burocrático muy bien remunerado deja mucho que desear en materia de calidad y efectividad en sus políticas y sus logros- los países también tienen mucha responsabilidad.

Pero veamos los problemas primero. Ningún banco se maneja por consenso. Y el modelo de gobernabilidad que siempre ha tenido el BID hace casi imposible que un presidente pueda tomar riesgos. Hoy esa múltiple burocracia y su gobernabilidad hace que el banco no asuma el pedazo de mayor riesgo en un proyecto que facilita a la banca privada cofinanciarlo. Hoy el banco hace lo mismo, con mucha burocracia eso sí y menos eficiencia, que un banco privado y para eso no está la banca multilateral. Bid Invest ha caído en la misma dinámica pero es el brazo más liviano de esta organización y quizás el más rescatable para asumir lo que debe ser BID en el futuro.

El segundo problema es de capital. Sin un aumento de capital, casi imposible en este momento de recesión económica por un lado y de fractura política por otro (por lo menos en Washington donde en los próximos dos años no va a pasar nada), el banco queda muy debilitado y su capacidad de impacto aún más disminuida. En proyectos claro está pues la burocracia se mantiene. Con inmensas prebendas y mejores pensiones.

Pero bueno hay una gran oportunidad. Si el banco de verdad quiere tener gran impacto debería aprovechar los dos sectores fundamentales de desarrollo para la región en los próximos 10 años. El primero es el de near shoring o relocalización de industrias y el segundo es la transformación del campo con agregación de valor.

Hoy el banco debería poner a sus muy bien pagas oficinas en los países a construir y financiar una estrategia de near shoring. Con exenciones de impuestos, calidad en el sistema de energía, reentrenamiento de la fuerza laboral los países y sobretodo financiación de grandes industrias que se relocalicen, el BID puede ser el gran motor de la reindustrialización del continente.

¿Porqué las grande fábricas de producción de chips para computadores, o de teléfonos móviles o de aparatos de alta tecnología que están saliendo de China tienen que irse a Vietnam o al Sudeste asiático? Esa batalla geoestratégica va a continuar. Y su impacto económico va a ser inmenso. América Latina, con la excepción de México por su TLC con Estados Unidos, siempre se queda atrás. El BID debería dejar de hacer lo que hace, prestar como los bancos tradicionales, y buscar financiar ese nuevo escenario económico donde las industrias se relocalizan de la mano de los países.

El otro escenario es el de alimentos. La migración de centroamérica tiene entre otras causas la crisis del café. La tierra en Brasil, Chile y Argentina y Uruguay está casi toda utilizada. Pero en el resto de países hay gigantescos negocios de alimentos y productos del agro, maderables en otras, para financiar. Que le pondrían gran freno a esta migración, que generarían empleo de buena calidad en el campo y mejorarían la balanza de pagos de los países.

Lo que Perú hizo en 10 años se puede replicar a la N en la mayoría de países de la región. Colombia tiene más de 40 millones de hectáreas solo en la orinoquía donde sin tumbar un árbol se puede construir algo similar al cerrado brasilero. Perú logró en el desierto crear una agroindustria inmensa y es el ejemplo a seguir. De la mano del BID con asesoría técnica, que para eso si son buenos, el banco debería convertirse en el estructurador y financiador de grandes proyectos agrícolas que la región debe tener y el mundo necesita más que nunca.

Es difícil, casi imposible, hacer virar una institución tan burocrática y con tantos intereses políticos en una dirección como la que aquí se propone. Pero las crisis muchas veces llevan a las personas, a las empresas y a las instituciones a reinventarse. Ojalá este sea el camino que tome el BID para no terminar como otra loable institución del continente que comenzó con gran vigor pero que hoy es irrelevante, la OEA.


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