Lecciones entre Estados Unidos-China y la Guerra Fría

Mariano Caucino

Por: Mariano Caucino - 14/02/2023


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A falta de una analogía más adecuada, parece que se avecina una nueva Guerra Fría entre Estados Unidos y la República Popular China.

Hasta qué punto se enfrentarán los dos gigantes surge como el principal dilema estratégico en el futuro por venir. Una vez más, el incidente del Globo Chino, ocurrido la semana pasada, tensó los vínculos diplomáticos entre Washington y Beijing.

Esos hechos cerraron las aspiraciones de una distensión. El incidente se produjo cuando ambas naciones parecían intentar un deshielo desde la cumbre Biden-Xi durante la reunión del G20 en Bali (Indonesia).

Hasta el punto de que la detección y posterior derribo del globo chino provocó la cancelación inmediata del viaje del secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, a Pekín.

Durante su Discurso sobre el Estado de la Unión ante el Congreso estadounidense, Biden aseguró que todas las agresiones chinas serán respondidas. El presidente afirmó que busca cooperar con Beijing siempre que pueda conducir al progreso de los intereses estadounidenses y beneficios para el mundo, pero advirtió que "si China amenaza nuestra soberanía, actuaremos para proteger a nuestro país".

En tanto, las autoridades chinas afirmaron que el globo solo tenía fines de observación meteorológica y denunciaron un uso indiscriminado de la fuerza contra una aeronave civil no tripulada. Según el Politburó del PCCh, EE. UU. asestó un golpe significativo a los esfuerzos que tienden a "estabilizar" las relaciones chino-estadounidenses.

Pero detrás de los polémicos globos, la escalada en la retórica confrontacional se dio en medio de una singular circunstancia. Cuando EE. UU. se enfrente simultáneamente a China y Rusia, con la amenaza de un equilibrio desfavorable para los intereses a largo plazo de Occidente. Ya que tanto Pekín como Moscú mantienen una posición revisionista que rechaza el orden liberal liderado por EE.UU. surgido al final de la Segunda Guerra Mundial.

Pero a diferencia de la antigua Unión Soviética, China disfruta de un estatus de superpotencia económica capaz de hacer frente a los EE.UU. Como explicó el secretario de Defensa, Lloyd Austin, cuando advirtió que Pekín es la única potencia con capacidad para desafiar de palabra y de hecho al liderazgo mundial de Washington.

Tal realidad que plantea una diferencia fundamental con respecto a la Guerra Fría. Aquella que en su día confrontó dos realidades geopolíticas rivales que representaban modelos ideológicos opuestos con un mínimo de interrelación.

Porque la URSS contenía un fracaso original. En el que su omnipotente aparato militar escondía una economía incapaz de producir riqueza. El imperio de Lenin y Stalin fue en última instancia una superpotencia del Tercer Mundo. Como quedó demostrado cuando no pudo resistir la caída del precio del petróleo a partir de mediados de los años ochenta. Lo que finalmente condujo al colapso del Kremlin en medio de la carga imperial que finalmente ha derribado a todos los imperios de este mundo.

Hoy, EE. UU. y China representan casi el 40 por ciento del PIB mundial combinados y mantienen un grado de interrelación que es imposible ignorar. Escapar de la tentación de una renovada Trampa de Tucídides constituye la prueba de fuego para sus líderes de hoy y de mañana. En el que la modesta aspiración de evitar una catástrofe parece ser la máxima pretensión que se puede esperar, tal y como explicó la especialista en China del CSIS, Jude Blanchette, en el Financial Times.

Porque en temas clave como Taiwán, Ucrania, conflictos comerciales y competencia cibernética, China y EE. UU. se encuentran en campos opuestos. Lo que nos lleva a pensar que si esto no es una nueva Guerra Fría, es bastante similar.

En la medida en que algunas lecciones del pasado recobren valor. Como la que se desprende de las palabras de Richard Nixon durante su histórico viaje a China en 1972, cuando describía que el futuro del mundo sería oscuro si dos grandes Pueblos como China y Estados Unidos mantuvieran su enemistad. Mientras que, si se encontraran fórmulas de cooperación, aumentaría la posibilidad de paz.

El anticomunista más acérrimo explicó que en este pequeño mundo, dos países de esa escala no podrían mantenerse en un estado de aislamiento. “Ninguno de nosotros aspira al territorio del otro, ninguno de nosotros busca dominar al otro y ninguno de nosotros pretende gobernar el mundo”, dijo. Nixon señaló que "hemos sido enemigos. Todavía tenemos grandes diferencias. Pero lo que nos une es que tenemos intereses comunes que trascienden nuestras diferencias".

Dueño de un personaje irrepetible y polémico, plagado de contradicciones que lo elevarían a la gloria y lo hundirían en la desgracia, Nixon murió dos décadas después de cumplir su mayor aporte a la historia: la apertura a China.

Junto a su tumba en Yorba Linda (California), una placa reza: "El mayor honor que puede otorgar la Historia es el de Pacificador".

Mariano A. Caucino es abogado y analista de política exterior. Se desempeñó como Embajador argentino en Israel y Costa Rica. Miembro del Instituto Interamericano para la Democracia.


«Las opiniones aquí publicadas son responsabilidad absoluta de su autor».