Por: Ricardo Israel - 19/08/2025
Fue una reunión en dos etapas. El viernes 15 fue entre Trump y Putin y el lunes 18 fue entre Trump, Zelensky y una delegación de lideres europeos. El viernes tuve la sensación de que Trump no había quedado contento, fundamentalmente por su lenguaje no verbal y porque terminó antes de lo programado, pero el lunes se le vio muy satisfecho, así que ahora todo se encamina a una reunión de Ucrania con Rusia, con presencia del mandatario estadounidense, y su organización.
“En una o dos semanas se sabrá si hay solución para la guerra” declaró Trump, agregando que Rusia aceptó las garantías de seguridad occidental. En entrevista periodística, Trump enumeró sus éxitos, ya que ha sumado acuerdos para buscar la paz entre India-Pakistán, Camboya-Tailandia, Congo-Ruanda, Armenia-Azerbaiyán, aunque en ellos se avanzó y se detuvieron los enfrentamientos bélicos, siendo llamativo que no existió formalmente un cese del fuego en algunos de ellos, demostrando las características especiales de EE. UU. como superpotencia, ya que también sigue siendo la única potencia que en el medio oriente sigue buscando un cese del fuego en Gaza.
Sin embargo, la guerra de Ucrania ha resultado ser lo más difícil en la obtención de frutos, ya que de partida no es una guerra de tres años como se ha dicho y repetido, sino de once años, toda vez que la parte militar se inició el 2014 con la toma de Crimea y la ocupación por separatistas rusos de dos de las cuatro regiones del Donbas ucraniano, todo con total apoyo de Moscú.
¿Cuán optimista se puede ser de la futura reunión? En general, a diferentes gobiernos, a la Casa Blanca con presidentes distintos, les cuesta entender otras mentalidades, claro para todos en el caso de China o del medio oriente, pero también Rusia, y puede ser que, en este caso, no solo Ucrania y Rusia, sino también EE. UU. estén esperando cosas distintas. Putin, aquello que ha demandado toda su vida pública, al menos desde el 7 de mayo de 2000 cuando asume el primero de sus mandatos presidenciales, es decir, todo el siglo XXI, y la verdad, es que antes había asumido el cargo de primer ministro de Yeltsin, a quien reemplazó cuando renunció sorpresivamente el 31 de diciembre de 1999.
Putin siempre ha dicho lo mismo, que el fin de la URSS fue tan rápido que realmente fue un desplome, tanto que no solo surgieron 15 países, sino que fue el fin de un imperio, y que está pendiente una negociación para concordar la fijación de las fronteras de esos países, y que, como sucesor, esa negociación debe hacerse con Rusia, es decir, con él. En otras palabras, cuando Putin insiste que hay que ir al origen de la guerra de Ucrania, está pensando en una negociación de estas características, de la cual la guerra de Ucrania sería el principio y no el final, detrás de lo cual, habría que ver en el fin de la URSS el fin de un imperio, es decir, no distinto a lo que ocurrió con el imperio español en Latinoamérica en el siglo XIX, y con la desaparición del imperio otomano después del fin de la primera guerra mundial, por lo que en todo el siglo XIX, se presencian guerras fronterizas e invasiones de los países que de allí surgieron como también buena parte de los conflictos actuales del medio oriente tienen sus raíces en lo que en 1918 ocurriera.
El otro motivo, es que hoy la guerra la está ganando Rusia, en forma lenta y con muchas víctimas en cada lado, pero, aunque sea en metros y no kilómetros, el avance es ruso, con el agregado que Ucrania hoy sufre mucho, quizás demasiado, ya que hay ataques diarios a civiles, con muchos muertos, ataques para los cuales Ucrania no tiene defensa contra esos misiles, además que pasa todos los días y cada uno de ellos.
En cambio, Trump piensa en algo distinto, solucionar con urgencia el tema de la cantidad de gente que está muriendo, es decir, un Cese al Fuego, que hoy es una oferta generosa, ya que lo más probable, que ese Cese del Fuego, se transforme en una frontera de hecho, es decir, en definitiva, tal como ocurrió con Israel y sus vecinos árabes en 1949, y con ambas Coreas en 1953, también hasta hoy la frontera respetada por todos, es decir, se congelaría el 20% de territorio ucraniano en que se ha asentado la invasión rusa.
Pero ¿son exageradas las expectativas? ¿Funcionará ese futuro dialogo entre Putin y Zelensky? En el pasado los distintos intentos no resolvieron el conflicto, y hoy se ven también dificultades, ya que ahora, todo parece depender de que existan concesiones por parte de Kiev, pero sin embargo hay algo que condiciona todo lo que se puede hacer, ya que Zelensky tiene algo pendiente, que es la convocatoria a elecciones que debieron haber tenido lugar el año pasado, pero que no se hicieron, argumentándose la imposibilidad de hacerlo en guerra. Y cualquier concesión ratificaría lo que tanto el 2024 como en fechas más recientes mostraban las encuestas, que Zelensky seria derrotado por el excomandante en jefe de las Fuerzas Armadas y actual embajador en el Reino Unido, general (®) Valerii Zaluzhnyl, considerado el artífice de la exitosa defensa a la invasión, y que fuera destituido, después que fracasara la contraofensiva del 2023.
Trump tiene razón en el sentido que desde hace años esta es una guerra estancada, que no tiene final a la vista, a pesar de que se dan todas las características para ello, salvo una, que los combatientes no han perdido las ganas de seguir luchando, además que contrariamente a lo que se piensa, toda la vida pública de Trump es en contra de la idea que un enfrentamiento militar puede resolver este tipo de problemas, y piensa más bien en el uso limitado de los instrumentos militares y no en guerras prolongadas, por ejemplo, lo que acaba de ocurrir con EE. UU. en Irán.
Este empantanamiento de la guerra lo tiene claro Zelensky, como también su dificultad para hacer concesiones. Por su parte, Putin tiene claras sus dificultades económicas y diplomáticas como también que podría ser extremadamente difícil seguir financiando la guerra, si se imponen sanciones secundarias a los países que compran el petróleo ruso, algunos tan importantes como China y la India, país este último que revende más barato, pero con utilidad, a una serie de naciones, también aquellas europeas que incluyen a quienes tienen un discurso crítico de Putin y EE. UU, en otra demostración de hipocresía internacional.
Las dificultades para obtener un cese del fuego no solo existen hacia el futuro, sino también existe evidencia en el pasado, toda vez que estos intentos no solo aparecieron con Trump, sino que existen varios acuerdos frustrados en años anteriores, ya que como se dijo, esta guerra no se inició hace tres sino hace once años.
Fue así como la narrativa rusa del origen de la guerra es diferente, ya que se han contado a sí mismos una mentira, que el origen de la guerra no fue su invasión, sino que la “provocó” Occidente con la agitación de la Plaza Maiden en Kiev el 2013 y la renuncia posterior del presidente Yanukovich el 22 de febrero de 2014, suceso que califican como un “golpe parlamentario” como también culpan a Occidente del fracaso de los Acuerdos de Minsk, diseñados para poner fin a la guerra iniciada por los separatistas prorrusos y que consultaba una especie de sistema federal, mediante autonomía y descentralización para las provincias donde predominaba el idioma ruso. También responsabilizaban, sin evidencia al respecto, a EE. UU. y el Reino Unido de haber presionado a Ucrania para que rechazara las condiciones de Moscú para retirar a sus tropas, en la reunión que sostuvieran ambos países en Estambul el 2022 por mediación de Erdogan, poco después de la invasión.
Sin embargo, los intentos fracasados no se limitan a los mencionados, ya que también existe un fracaso israelí, iniciado con la visita sorpresiva del entonces primer ministro Naftalí Bennett en marzo 2022 a petición de EE. UU., ya que Israel tenía una buena relación con Rusia y Ucrania, fundamentalmente por la cantidad de inmigrantes que habían nacido en ambos países. En todo caso, allí se dio un acuerdo que funcionó en la guerra civil de Siria, entre Netanyahu y Putin, que ha sido continuado desde entonces, ya que, a pesar de haber estado en bandos opuestos en esa guerra, nunca se enfrentaron, ya que fueron capaces de entender las necesidades estratégicas del otro. En su momento, esa situación fue presentada como ejemplo de que, con Putin, “se podía negociar”, pero no fue una negociación, sino solo un diálogo, pero dio resultados, lo que no ocurrió en este caso, por lo que Israel no volvió a mediar. Hoy se sabe que, en esa oportunidad, Bennett fue considerado prorruso en Kiev.
Así como los Acuerdos de Minsk se hicieron concesiones que después de la invasión serian imposibles, ya que el rol de Rusia es mucho más intenso, como que, en esos Acuerdos, Ucrania aceptó por única vez que participaran con ese nombre las que entonces eran las únicas dos repúblicas separatistas, la Popular de Donetsk y la Popular de Lugansk. Otros intentos involucrarán también a países europeos, es así como en diciembre de 2019, Ucrania y Rusia aceptaron reanudar las reuniones, por lo que Francia y Alemania resucitaron al Cuarteto de Normandía, lo que permite que en Paris tenga lugar la primera reunión cara a cara entre Putin y Zelensky, evidencia que el deseo actual del ucraniano para algo similar no es algo novedoso.
Mas aun, en julio de 2020 se anunció un alto al fuego formal con los separatistas, nada menos que el vigésimo intento de ese tipo desde el 2014, lo que también da luces acerca de cómo Rusia ha ido respondiendo hoy a EE. UU. y de cómo lo hiciera entonces a los europeos. Otro antecedente es la campaña electoral presidencial, ya que entonces, en octubre de 2019 el candidato Zelensky anunció que en el gobierno respetaría las elecciones celebradas en las provincias ocupadas, a cambio de que Rusia retirara sus tropas, lo que nunca ocurrió, no solo por parte de Rusia, sino que, en Ucrania, una milicia de nombre todavía vigente hizo lo mismo, ya que los nacionalistas del Batallón Azov, también se negaron a aceptar ningún acuerdo.
Por último, útil es también permitir la revisión de todo aquello que fracasó, pero que en algún momento fue firmado, aunque hubiera existido incumplimiento, como fue el caso de lo que con frecuencia es citado por Kiev y que explica la insistencia en pedir seguridades, toda vez que nunca se respetó el Memorándum de Budapest, firmado en Hungría el 5 de diciembre de 1994, donde se le asegura a Ucrania la intangibilidad de sus fronteras, después que renunciara junto a Bielorrusia a las bombas atómicas que quedaron en su territorio al desaparecer la URSS, donde en Kiev la molestia en este caso es con otros firmantes como EE.UU. y el Reino Unido, que junto con Rusia concurrieron a esa firma y que no reaccionaron el 2014.
Este relato da una idea de los varios esfuerzos que se hicieron a través de los años para el Cese del Fuego, y las dificultades que enfrenta el actual intento de Donald Trump, donde ni siquiera un Premio Nobel de la Paz aparece con facilidad como merecida recompensa. Ello se debe a las particulares características de ese Nobel, uno de los cinco que fueron instituidos por Alfred Nobel, quien inventara la dinamita y fabricara armamentos, que según el Testamento se entrega cada año “ a la persona que haya trabajado más o mejor en favor de la fraternidad entre las naciones, la abolición y reducción de los ejércitos alzados y la celebración y promoción de acuerdos de paz”, pero con una particularidad, ya que a diferencia de los otros cuatro, no es entregado por una academia sueca, sino que es un premio eminentemente político, desde el momento que es entregado por el Comité Noruego del Nobel, cinco personas determinadas por el Parlamento Noruego, lo que explica las críticas que con alguna frecuencia reciben los seleccionados.
Además, por tratarse de Noruega, hay orientaciones religiosas, políticas e ideológicas que obedecen a las realidades de ese país. Es así, como es difícil que las posiciones e imagen de Trump sean bienvenidas en ese parlamento. Además, hay situaciones especiales como ocurriera con Obama, que ganó el prestigioso premio, poco después su elección, cuando todavía no había alcanzado a tomar decisiones relevantes en la Casa Blanca, de lo cual se reía el propio expresidente.
Entre quienes ahora se han equivocado puede haber estado Putin, ya que no hay evidencia que EE. UU. quiera ingresar a una negociación extensa, y, por el contrario, la paciencia de Trump puede agotarse. En el fondo, Putin quiere algo que ni siquiera estuvo disponible al final de la URSS, tal como lo esperaba y lo criticara Gorbachov en sus memorias. Hoy, Putin quiere algo semejante a lo que después de Cuba, EE. UU. negoció, la llamada politica de coexistencia pacífica que se conocería como “detente”, donde Europa simplemente no fue considerada entre los negociadores. Hoy, y como autoproclamado defensor de las minorías rusas que quedaron viviendo en otros lugares de la ex URSS, Putin quiere que EE. UU. negocie con Rusia, es decir, con él, las fronteras en que se dividió al antiguo imperio.
¿Qué ganaría EE. UU.? Dos cosas, además de evitar que Rusia siga invadiendo, solucionar focos futuros de conflicto en lugares como Kaliningrado o Moldavia, pero aún más importante, aquello que no había existido nunca, ni siquiera cuando ambos eran comunistas, una alianza con China, donde Rusia es el socio menor, pero no parece, y nunca lo ha dicho, que Trump quiera hacer esta vez a Moscú el viaje que hiciera Nixon a China en 1972 para que no terminara en manos soviéticas, después del caos de la Revolución Cultural.
Quizás, es más probable, que, si no obtiene el necesario e imprescindible Cese del Fuego, Trump pierda interés y busque construir su legado en otros lugares, ya que cada vez le queda menos tiempo, desde el momento que el próximo año hay elecciones de medio termino en EE. UU. y después todo se va a enfocar en la próxima presidencial, sin Trump de candidato.
Al respecto, ayuda revisar los nombres de los presidentes que tuvieron reuniones con Putin. El primero lo hizo 28 veces si se suman los dos mandatos de George W. Bush, quien después de la primera reunión del 2001, dijera que a Putin “lo había mirado a los ojos” y lo encontró “confiable”, ya que había captado, nada menos, que “su alma”. Barack Obama se reunió con Putin nueve veces y doce más con Dimitri Medvedev (2008- 2012), y aún hoy se recuerda el gran botón de “reinicio” que le entregara Hillary Clinton a Serguei Lavrov el 2009, con el problema que la palabra que lo acompañaba en ruso, no significaba eso sino “sobrecarga”. Por su parte, Putin y Joe Biden se reunieron solo una vez como presidentes, en Ginebra, junio 2021.
En su primera presidencia Trump se juntó con Putin seis veces. Alaska fue la séptima, y recordemos que tuvieron una buena relación humana, pero ambos fueron negociadores duros, y contrariamente a lo que se ha dicho, no se encuentra gesto político o económico que hubiera favorecido indebidamente a Putin y a Rusia, por lo de MAGA, y sobre todo, como la falsa acusación de que Putin habría intervenido “eligiendo” a Trump, descarriló esa relación con la llamada “trama rusa”, que efectivamente fue una interferencia ilegal en el proceso democrático de EE.UU., pero local, hecha por el llamado Estado profundo .
Para el futuro no hay que perder de vista lo que dijera Winston Churchill en 1939, que Rusia era “un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma”, complejidad y opacidad al mismo tiempo, todo lo cual dificulta predecir sus acciones, además que se da en un contexto, donde hay una sostenida disminución de la relevancia de Europa.
Si se fracasa en esa cumbre entre Putin y Zelensky, ¿se desinteresará Trump?
Máster y PhD en Ciencia Politica (Essex U), Licenciado en Derecho (U. de Barcelona), Abogado (U. de Chile), excandidato presidencial (Chile, 2013)
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