Mario Vargas Llosa, jurista

Luis Beltrán Guerra G.

Por: Luis Beltrán Guerra G. - 25/05/2025


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Al Nobel de literatura le conocí, junto a su hijo Álvaro, por intermedio de nuestros amigos Beatrice Rangel, Carlos Alberto Montaner y del destacado político boliviano, Carlos Sánchez Berzain, fundador del Interamerican Institute for Democracy.

Para la ocasión había leído ya algunos de sus libros, casi aprendiéndome de memoria “Tiempos Recios”, en cuyas páginas, a juicio de expertos reconocidos, se narra, de una manera genial, “la mentira que cambió la historia de un continente”. Se lee que “el golpe militar perpetrado por Carlos Castillo Armas derroca en Guatemala al gobierno de Jacobo Árbenz, electo Primer Magistrado por el voto popular, acontecimiento que a juicio del escritor “cambió el devenir de América Latina”. La razón esgrimida, en esencia fantasmagórica, que Arbenz lideraría la entrada del comunismo soviético en el continente. A juicio del novelista, la creación de la patraña a cargo de empresarios que explotaban la producción y comercialización de bananas en tierras guatemaltecas, por supuesto, pagándoles miserias a los agricultores desplazados de sus propias tierras. Agrega, asimismo, que el terrible suceso pospuso por décadas la democratización del continente, pero, que, ademas, indujo a la popularización del “mito de la revolución armada” y de “un presunto socialismo”, que todavía es cuesta arriba definirlo.

Quien escribe estas líneas tuvo la oportunidad de visitar a Buenos Aires, corriendo con la suerte de haber comprado en la Librería Paidos el compendio “Las Revoluciones. Teoría jurídica y consideraciones sociológicas”, de la autoría de Ulises Schmill Ordóñez, profesor de Teoría General del Derecho, en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), llamándonos la atención, mucho más ahora que entonces, que Mario Vargas Llosa es el autor del capítulo “El sentido de la democracia Stasis versus democracia”. Las consideraciones, por demás, importantes, que plantea, han sido, precisamente, las que nos han llevado a calificar a Mario Vargas Llosa como “jurista”. Y mucho más, cuando acudimos a la lingüística para ilustrarnos con respecto al significado de la palabra “Stasis”, concluyendo que los suramericanos nos hubiésemos sentidos más identificados con la denominación “El sentido de la democracia “estancada” versus la democracia verdadera”, pues, es más reveladora de nuestros fracasos políticos. “El epígrafe” del ensayo del escritor revela por sí solo lo enjundioso del analisis de quién fuera primero “Jurista” y Nobel un poco después. Leámoslo: “A diferencia de lo que ocurre en Francia o en America Latina las revoluciones en Estados Unidos son pacificas, no se hacen en las barricadas sino en las urnas y no con bombas ni balas sino con votos y palabras (bueno, a menudo eslóganes)”. Y ello queda por demás ratificado en las determinantes ideas del nativo de Arequipa: 1. En la democracia y en “la stasis” encontramos la discordia y la formación de grupos con finalidades contradictorias que luchan entre sí, 2. Hay diferencias notables entre ambos procesos sociales, pues la “stasis” es antitética al democratico, cuya finalidad fundamental es la conservación de la paz y la evitación de la guerra, 3. El ultimo tiene por función principal establecer una métrica especifica de la fuerza relativa de los grupos sociales, 4. Postular, consecuencialmente, un procedimiento como ritualización de la lucha, 5. Determinar pacíficamente al ganador en una guerra a nivel simbólico y 6. Evitar caer en el plano contrafáctico, inexcusablemente, de una “stasis”. Todo ello, lógicamente, mientras rija “el principio democrático” (Fin del epígrafe).

No pongamos de lado que el destacado escritor especifica que el derrocamiento en Guatemala de un Primer Magistrado electo popularmente condujo a banderas con las cuales hemos cargado a lo largo de las décadas y que hoy alimentan determinantemente “comparsas”, a juicio de algunos cuantos, “banderillas de politiqueros de oficio”, ignorantes, inclusive, del “socialismo”, abarcando, sin que lo sepan, al “utópico” y que han alcanzado únicamente “la fantasía literaria”.

Se lee, por cierto, que Tomas Moro en un derroche de fantasía trató de definir “la utopía” como la de aquel “país imaginario” (constante en nuestra America Latina subdesarrollada) dónde estuvo la antigua Atlántida, ciudad legendaria en la que no existía la propiedad privada, las autoridades eran elegidas, inclusive, el rey y cuya base social era la familia de 40 miembros y dos esclavos. Una sociedad (si así pudiera llamársele) sin ejército y con tolerancia absoluta de cultos. Para Platon “una civilización rica y avanzada, cuya real existencia, como se lee, plantea más preguntas que contestaciones. Menos mal, provoca escribir, que quienes se han apropiado en nuestro continente de la voz del pueblo, en su mayoría, han de desconocer “la Atlántida”, pues de lo contrario, la estuvieran ofreciendo en sus falsas propuestas.

Las inquietudes intelectuales, cuya satisfacción quita, por cierto, más tiempo que lidiar con ellas mismas, por lo menos, para que no te alboroten mucho, nos llevaron a comprar pocos años después en Santiago de Chile un compendio, afortunadamente de 57 páginas, pero con un elenco de académicos socialistas, cuyas ideas, si las analizáramos con racionalidad, conducirían a una especie de “tratativa”, o sea, “una negociación en la que se busca llegar a un acuerdo”, a través del cual, a afectos a la metodología, suscriben con los títulos que se enuncian después de sus nombres, los investigadoras Domingo Vidal, utopías, Ignacio Ramonet, Necesidades de utopía, Serge Halimi, Nuestra utopía contra la suya, Álvaro Ramis, Responsabilidad social empresarial ¿Utopía o maquillaje?, Eric Dupin, Decrecimiento, entre las ideas que se abren camino, Emile Guyonet, La utopía del hijo perfecto, Marx contraataca, Luvien Seve y Cornelius Castoriadis, El individuo privatizado. denominación del aludido compendio “Utopías. Antiguos y nuevos sueños (Monde diplomatique, Editorial “Aún creemos en los sueños, 2010). No es inoportuno pasar las páginas de “Utopías”, conjugándolas con las expresiones de Pepe Mujica, el socialista suigeneris del siglo, quién casi horas antes de morir expresó “Yo pertenezco a una generación que pensaba que el socialismo estaba a la vuelta de la esquina, mi juventud pertenece al mundo de la ilusión. El paso de la historia nos demostró que era mucho mas difícil. Y aprendimos que, para tener una humanidad mejor, la cuestión cultural es tanto o mas importante que lo material. Se puede cambiar lo material, pero si no se cambia la cultura no hay cambio. El verdadero cambio está dentro de la cabeza. Muchos que eran de convicción socialista emigraron al capitalismo y después hay otros, como yo, que tratamos de administrar lo que podemos del capitalismo. Pero la solución no es el capitalismo, hay que encontrar otra cosa, otros caminos. Nosotros pertenecemos a esa búsqueda (Martín Caparros, El País, España).

El compendio “Utopías”, el cual no deja de ser interesante, contrasta, como ha de observarse, en lo que pudiera calificarse como un “teoricismo puro” con el “pragmatismo”, exageradamente real que analiza el nobel Vargas Llosa con la pluma con la cual lo proveyó la providencia. Dos “panas” (compinches / Drae) procurando qué hacer en la dinámica ciudad de New York, el más citadino decide dedicarse al “cabildeo” (acciones para influir en las decisiones públicas, normalmente en el ámbito político y legislativo, a través de reuniones con autoridades o representantes, pero, asimismo, mediante la promoción de políticas públicas). El segundo, un poco menos pretensioso que el primero, más no menos avaro, se dedica a la siembra, cultivo y comercialización de la banana en Guatemala y otros países de America Central, dada la vocación de sus tierras para la producción del codiciado fruto. Ambos ganan mucho dinero, pero el bananero bastante mucho más, quien teme a la presunta inclinación a la denominada izquierda del gobierno de Arbenz, por lo que le encomienda al lobista una campaña (por supuesto, de cabildeo) para evitar el triunfo electoral, lo cual no logra, pero sí que se le deponga del gobierno, 3 años después, para el que se le había electo democráticamente. La sabia pluma del nobel se desliza en páginas que ponen los pelos de punta, no solo por el hecho, sino por la sumatoria de dictaduras en la mayor parte de America Latina. El escritor no hace referencia al monto de honorarios envueltos, pero ha de asumirse que ha debido ser considerable y en moneda contante y sonante. No en cambures.

El nobel, ha de tomarse en cuenta, que trae a colación al jurista y filosofo austriaco Hans Kelsen, el de la Teoría Pura del Derecho, quien en su criterio “descarta que “el principio de mayorías pueda derivarse del concepto de igualdad política. Kelsen, por tanto, en criterio de Vargas Llosa postula un concepto de libertad subjetivista: Soy libre si participo en el proceso de formación de la voluntad estatal (ley o norma) y esta tiene un contenido coincidente con el de mi voluntad. Soy libre si hay coincidencia entre mi voluntad y el orden social. El escritor considera que aunque pueda ser calificada de “chocante” la derivación del principio de las mayorías del concepto de la igualdad, para él es el camino para comprender la democracia. Las consideraciones filosóficas entre Kelsen y el escritor, por supuesto, que no han debido tener presencia alguna entre el “cabildero y el rey de las bananas”, en lo tocante al derrocamiento por un golpe de estado de Jacobo Arbenz, descrito como “el trancazo mortal definitivo a la democracia en Guatemala”, pero, también, a la de los países vecinos.

El pesaroso capítulo del derrocamiento de Jacobo Arbenz, pareciera conllevarnos, tal vez, insertándonos en “el escenario del pragmatismo”, de que “el cabildeo”, asimismo como es útil para demoler la libertad de los pueblos y condenado a sus propios destinos, puede usarse, también, para el rescate de “las democracias arrinconadas” por enredaderas imbuidas de escepticismo, como la calificada “metodología del garrote”, única manera de disciplinar a quienes tuvimos la suerte de nacer y morar en estos pueblos. Preguntarse, ante lo pudiera ser un reto entre la entrega y la lucha, ha de estarte contestes que ambas presentan obstáculos, como los que confrontara, por ejemplo, “Sísifo”, uno de los personajes de la mitología griega. Su castigo y eterno “pasar sus días empujando una enorme piedra hasta la cima de la montaña, pero el peñasco cae y rueda hasta el inicio. ¿Será esta la hipótesis de la libertad política en el mundo de hoy? La pregunta no deja de ser pertinente. La respuesta, compleja y un bastante más si miramos a la historia.

A Vargas Llosa, como se lee, le preguntaron en una ocasión ¿Cuándo se jodió America Latina? Se comenta que en principio con ironía, pues, se le inducía a “Conversación en la Catedral” con “Tiempos Recios”, a lo cual respondió “Un país no se jode en un día. Ha sido un largo proceso en el que se han perdido muchas oportunidades. El sueño de Bolívar fracasó, los dictadorzuelos se quedaron y la responsabilidad nuestra es gigantesca… Mi novela muestra la America Latina del horror, de la barbarie y la violencia, un mundo muy atraído por la ficción, pero no en la vida real. Vale la pena estudiar y reivindicar la figura de Jacobo Árbenz.

Vargas Llosa, en su rol de jurista y hasta de filosofo, caligrafía que “el concepto de libertad” ha sido el contrapunto de toda especulación social, a la manera como “el estado de naturaleza” se ha postulado en aras de edificar, a través del contrato social, el equilibrio de lo social y lo estatal. La libertad, adiciona, es más indisolublemente unida con la igualdad, por lo que ha de entenderse que rigen unidos en la realidad social.

Gracias a quienes me presentaron al genio de Arequipa. Y admiración a su hijo Álvaro por sus palabras “Elogio fúnebre de mi padre Mario Varga llosa (Comparto con los lectores lo esencial de lo que dije ante su cuerpo), recogidas en El Pais (España). El hijo solía decirle al progenitor “Varguitas querido”.

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@LuisBGuerra


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