Por: Ricardo Israel - 03/06/2024
Siempre me pareció que Andrés Manuel López Obrador (AMLO) fue el último de una estirpe, que su forma de entender el poder era representativa de lo que fue el Partido Revolucionario Institucional en su momento de mayor protagonismo, el PRI tradicional e histórico, fundado en 1929 por Plutarco Elías Calles con otro nombre.
Ese partido al que Mario Vargas Llosa calificaba de la “dictadura perfecta” y que comenzó a cambiar, a fines de la década del 80, con la escisión que originó el Partido de la Revolución Democrática y el viaje hacia una sociedad más democrática, no solo por las reformas hechas desde el gobierno, sino también y más importante, por la sociedad mexicana en su conjunto.
Aunque inició su carrera política en el PRI, hace décadas que AMLO se alejó de ese partido. Sin embargo, siempre he pensado que su trayectoria se explicaba por su nostalgia ante la desaparición de ese estilo de hacer política, y que, en definitiva, eso influyó en que compitiera varias veces por la presidencia y en la fundación de su actual conglomerado, el Movimiento de Regeneración Nacional, MORENA.
AMLO le agregó su gusto por la confrontación y la superioridad moral al cargo, y su herencia va a ser dejar a su heredera en la presidencia, pero hasta ahí va a llegar, por lo que creo que los historiadores del futuro, al mirar hacia atrás, lo van a ver por lo que fue, el último presidente caudillo, vendrán otros y otras, ni mejores ni peores, pero sin sus características, precisamente por el tipo de cambios que ha tenido la sociedad mexicana, a pesar del propio AMLO.
Este 2 de junio no solo hubo elecciones presidenciales, también renovación del Congreso con 128 senadores y 500 diputados federales, además de 8 gobernaturas y la jefatura de gobierno de Ciudad de México. Un total de 20.000 cargos, ya que, en cuanto a elecciones locales, en 31 de las 32 entidades federativas se renueva el congreso estadual y en 30 de las 32, el gobierno municipal o alcaldías.
Cinco estados concentran el 38% de los electores y nunca hubo dudas que por primera vez seria electa una presidenta. De la mayor Importancia es el hecho que no existen hoy los cuestionamientos que abundan en otros países al sistema electoral, el que es seguro y confiable, mucho mejor de lo que se le supone en el exterior, tanto en facilidades de votación, escrutinio y entrega de resultados, y lo ha sido desde su creación, a pesar de los cuestionamientos que hizo en el pasado AMLO.
Con la ola de asesinatos de candidatos la violencia se hizo presente, ya que al menos 37 personas que aspiraban a un cargo fueron asesinadas, además de familiares y activistas de los partidos, con intenciones claras de influir a distintos niveles, por parte de los carteles.
En los grandes temas que han tenido presencia, hay algunos que sin ser novedosos adquirieron fuerte protagonismo, como el de la crisis hídrica, principalmente en la capital, pero la mayoría son de dilatada existencia y han aparecido en todas las últimas elecciones, al parecer sin solución para quienes no solo compiten, sino que también han sido gobierno. Tampoco aparecieron propuestas razonables de solución en esta campaña, al menos nada convincente.
Nombro al menos seis, democracia, narcotráfico, crimen organizado, carteles, relaciones con Estados Unidos, corrupción, y por razones de espacio, me concentraré en solo dos, las relaciones con EE. UU. y la democracia.
1) En las relaciones con Estados Unidos, el vínculo probablemente seguirá amarrado a los temas que hoy predominan y que más interesan a la potencia, como son drogas e inmigración ilegal, aunque al norte del Rio Grande existe poca conciencia de cómo afectan a México los problemas que EE. UU. crea, por ejemplo, en el tránsito de inmigrantes que no tienen ningún interés en quedarse, y en el caso de las drogas, como el consumo de estupefacientes y la lucha de los carteles por ese mercado, crea situaciones de violencia aguda, que México no tiene posibilidad de resolver.
Otro factor es que la colaboración que se presta no siempre es valorada, en la construcción de imágenes que se hace a nivel político y periodístico en EE. UU. Al respecto, desde hace algún tiempo, México ha reemplazado a Colombia en el papel que el país sudamericano representó en la década de los 80s como la “tormenta perfecta” en el tema. Es cierto que es un pasillo para drogas tradicionales como la coca y más recientemente para el fentanilo hacia los Estados Unidos, y que la actitud de Washington ha colaborado para que los carteles estén reinando en la frontera sur, pero mi argumento es que, sin esa demanda, no existiría al mismo grado o nivel, el problema de violencia y pérdida de autoridad en México, como también es real que contribuye al flagelo de la corrupción.
Igualmente, y este es un factor crucial en el poder de los carteles, de EE. UU. provienen las armas con las que se mata en las calles mexicanas, por cierto, todo agravado por la política de AMLO de “abrazos en vez de balazos”.
En el caso de la inmigración ilegal, a pesar de su costo político, EE. UU. no ha podido frenarla. Pero no solo es un tema para Washington, ya que, en su paso hacia la frontera, se le crean a México problemas de seguridad y presión sobre los servicios sociales. Además, incrementa la retórica política, desde la amenaza de utilizar aranceles especiales para importaciones si no se accede a lo solicitado, hasta proclamas exageradas, felizmente marginales, de recurrir nada menos que a tropas estadounidenses para que actúen en México contra los carteles.
Por su parte, el caso de las drogas sigue probando que hay un tema no solucionado y es quien controla su distribución desde la frontera hasta las ciudades, es decir, los principales mercados. Aquí, todo indica, desde información policial hasta el sentido común, que son grupos delictivos que incluyen a los conformados por ciudadanos norteamericanos, hablen español, inglés o sean bilingües.
El hecho que hasta el FBI destaca las identidades mexicanas por sobre las locales, da una idea del poder de los equivalentes estadounidenses del Cartel de Sinaloa y de quien es el Chapo Guzmán o antes fue el Pablo Escobar norteamericano, ya que esta si parece ser una fuerte demostración, toda vez que, en esta línea de delitos, el mayor poder se expresa en ser invisible para la opinión pública.
El tema de fondo es que no solo con México, sino con toda América Latina, el vínculo con Estados Unidos pasa por un momento particularmente deficitario, sin que parezca existir una dirección o propósito conjunto, con obvias responsabilidades de ambos, como también sin políticas de Estado a ser seguidas por un gobierno detrás de otro, sino que están sujetas a muchas variaciones, cada vez que cambian las autoridades.
2) En lo relativo a democracia, como es difícil que el resultado de las elecciones impacte o tenga consecuencias importantes para la mayoría de los seis factores mencionados, creo que este es el tema donde el voto puede hacer la diferencia en este proceso electoral.
Y creo que aquí si influye el hecho de ver a AMLO como el último exponente de aquella estirpe que surgiera con el PRI histórico en el siglo pasado, y creo que ser el último presidente caudillo le calza mejor que la denominación de autoritario o populista que efectivamente lo es, pero predomina la otra, ya que es una mezcla de lo que fueron algunos presidentes del PRI, incluyendo su deseo de usar el dedazo para dejar instalada a su sucesora.
Por lo mismo, cuando asuma Claudia Sheinbaum, puede producir un cambio que genere una nueva etapa, al menos modificar el apoyo automático que se le ha estado dando a las dictaduras castrochavistas. En caso de darse este escenario, mi duda es si se vive en México un cambio de época o solo una época de cambios.
En lo personal, creo que hay continuidad y cambio, por lo que solo advierto la posibilidad de cambio en el ciclo político, donde lo vital para la conservación de la democracia mexicana, imperfecta pero perfectible, es que AMLO no tenga éxito en recrear al PRI histórico en el siglo XXI, es decir, que la modificación en la conducción del país abra una etapa de apertura y negociación, para fortalecer la democracia existente.
En otras palabras, continuar la línea de permanente confrontación de AMLO seria condenar a los mexicanos a lo que se conoce como arrogancia fatal, es decir, la idea que políticas y proyectos que han fracasado siempre, no solo en México sino también en todo el mundo, ahora sí podrían tener éxito, simplemente porque se insistiría en el terreno abonado por el gobierno que se va.
Para México, continuar el sistema sin AMLO y sus prédicas mañaneras, más que profundizar la democracia, seria exactamente lo contrario, un retroceso que seguiría alejando al país de la posibilidad de tener una democracia de calidad en términos de políticas públicas.
Hay una salida y es hacer algo distinto, aprovechando la oportunidad que el último dinosaurio abandona el escenario. No es una solución definitiva, pero ayudaría a evitar ese retroceso, y creo que el camino es uno solo, un pacto, no el de Peña Nieto, sino de las principales fuerzas, las tradicionales y también de algunas novedosas y diferentes que han surgido, nacional y localmente en esta campaña, aunque, por cierto, con la posibilidad de precipitar divisiones en los conglomerados.
Estoy convencido que sin López Obrador dominando el escenario, se podría abrir un nuevo ciclo, sin la arrogancia presente en tantos anuncios irrealizables, por lo que creo que una mejor salida para México es avanzar en solo dos puntos, concretos y realizables, avanzar hacia el desarrollo en lo económico y la búsqueda de una democracia de calidad en lo político, lo que no ha sido logrado por ningún país de la región, ninguno.
Se apuntaría a lo mejor de la democracia, cual lo es el diálogo para encontrar un consenso para la solución pacífica de las diferencias y la superación del conflicto.
Consensos y acuerdos eran imposibles bajo AMLO. Es la oportunidad que se puede abrir de existir la voluntad, ya que solucionar problemas como las drogas o la violencia supera a lo que una elección puede lograr. Sin embargo, puede surgir la posibilidad de avanzar en objetivos limitados, concretos, sin épica, pero también sin enemigos.
Solo obstáculos para superar. No es mucho, pero tampoco es poco.
PhD. en Ciencia Política (Essex), Licenciado en Derecho (Barcelona), Abogado (U. de Chile), excandidato presidencial (Chile, 2013)
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