Por: Mariano Caucino - 07/09/2023
El derribo de un Boeing 747 con 269 pasajeros a bordo por parte de un caza ruso mientras sobrevolaba territorio soviético sin autorización se constituyó en uno de los incidentes más peligrosos de la Guerra Fría.
Los hechos se sucedieron a comienzos de septiembre de 1983, hace exactamente cuatro décadas, en medio de uno de los instantes más complicados de la confrontación bipolar entre los Estados Unidos y la Unión Soviética.
La decisión del Kremlin de invadir Afganistán a fines de diciembre de 1979 había provocado un colapso en las relaciones entre Washington y Moscú y había clausurado definitivamente los tiempos de la Detente. La llegada de Ronald Reagan a la Casa Blanca, en enero de 1981, había hecho creer a los líder del Politburó del PCUS que esta vez los EEUU contaban con un líder verdaderamente decidido a lanzar un ataque nuclear.
Pero quizás sea útil recordar cómo se desenvolvieron los hechos que condujeron a la tragedia del vuelo KAL 007. Toda vez que el episodio shockeó al mundo y contribuyó seriamente a deteriorar la imagen del régimen soviético en el plano global.
En la noche del 31 de agosto al 1 de septiembre, el Boeing 747 de Korean Airlines que cubría la ruta Nueva York-Seúl, con una escala intermedia en Anchorage (Alaska), hizo su servicio regular. Entre los pasajeros se encontraba el congresista Larry McDonald (D-Georgia). Más afortunado había resultado el senador ultraconservador Jesse Helms (R-North Carolina), quien había reservado un asiento en el vuelo KAL 015, que cubría la misma ruta con solo media hora de diferencia.
Pero un golpe de mala suerte letal esperaba a los 269 pasajeros que abordaron el vuelo KAL 007. Porque en medio de la noche, y como consecuencia de un error en el sistema de navegación, la aeronave coreana ingresó en el espacio aéreo soviético. Sin que los pilotos advirtieran que estaban volando sobre la península de Kamchatka, en territorio soviético. Una circunstancia que conduciría a una tragedia. Porque los soviéticos malinterpretarían los hechos, confundiendo la nave coreana con un avión de reconocimiento norteamericano y ordenando la fatal decisión de derribar el avión.
Más tarde, las autoridades soviéticas sostuvieron que no se habían percatado que se trataba de un avión comercial. Pero la tragedia reafirmaría las convicciones del Presidente Ronald Reagan. Quien el día 5, en un discurso desde el Salón Oval, sostuvo que el piloto del caza ruso no pudo confundir que se trataba de un avión comercial y describió el hecho como un “crimen contra la humanidad”. Un sentimiento que fue reforzado por su embajadora ante la ONU, Jeanne Kirkpatrick quien denunció que “los soviéticos decidieron derribar un avión civil para después mentir al respecto”.
Naturalmente, los hechos contribuyeron a destrozar la imagen de Moscú. Especialmente porque, cínicamente, el Politburó recién reconoció su responsabilidad varios días después. Como consecuencia, aparentemente, del cerrado rechazo a admitir los hechos por parte del secretario general Yuri Andropov y el ministro de Defensa Dmitri Ustinov.
Años más tarde, el legendario embajador soviético en Washington Anatoly Dobryin, admitió en sus Memorias, (“In Confidence – Moscow´s Ambassador to America´s six Cold War Presidents”, 1995) que el régimen había esperado hasta el 6 de septiembre cuando un comunicado oficial de la agencia TASS reconoció que el avión había sido derribado equivocadamente por parte de un caza soviético. Dobrynin, quien sirvió como embajador ante la Casa Blanca entre 1962 y 1986, concedió que para entonces “los intereses permanentes de la Unión Soviética ya estaban seriamente dañados” y que “las semillas de la campaña anti-soviética, siempre presentes en Occidente, se habían diseminado”.
Como es sabido, infinitas teorías conspirativas surgieron en torno al vuelo KAL 007 pero lo cierto es que las relaciones entre los EEUU y la URSS se envenenarían después del episodio. Quien era entonces subdirector de la CIA, Robert Gates -años más tarde director de la agencia y secretario de Defensa- afirmó años más tarde que todas las conclusiones llevaban a pensar que los soviéticos habían confundido el avión. Un convencimiento que fue confirmado la década siguiente cuando el Presidente de la Federación Rusa Boris Yeltsin entregó la transcripción de la caja negra del avión a la Organización de Aviación Civil de la ONU.
Durante la primera mitad de la década del 80, las dos superpotencias atravesaban un periodo de alta agitación. Al punto que el 8 de marzo de aquel año, durante un discurso ante la convención anual de la National Association of Evangelicals, en Orlando (Florida), Reagan había asegurado que Moscú no solo era un rival estratégico, sino la expresión de un totalitarismo oprobioso que buscaba la dominación mundial. Al extremo de asegurar que el Kremlin comandaba nada menos que un “Imperio del Mal”.
Mariano A. Caucino es un analista de política internacional. Sirvió como embajador argentino en Costa Rica e Israel. Miembro InterAmerican Institute for Democracy.
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