La influencia del castrismo en América Latina El caso de Ecuador

Marcel Feraud

Por: Marcel Feraud - 2017/11/20

Share:     Share in whatsapp

Ecuador es uno de los países en la esfera del castrismo, autoritario y dictatorial.

Hablo en presente, aunque al momento es posible que ciertos rasgos del castrismo duro se hayan mitigado. No obstante, y tal vez por lo dicho, el caso de ecuador puede ser paradigmático para entender este fenómeno que ha acosado a Latino América en el siglo XXI y para encontrar soluciones, mirando hacia adelante.

Veamos:

Correa abrazó el castrismo con entusiasmo y pasión sin igual. No solo que implementó al pie de la letra los dictados de la franquicia castro-chavista, sino que, en el escenario internacional, por su audacia y credenciales académicas, fue un mejor provocador y propagador de la franquicia, que el mismo Castro, Chávez y Morales.

Durante 10 años, Ecuador vivió la peor pesadilla. Todo en nombre de liberar al país de la partidocracia y establecer una verdadera democracia a través de la mal llamada revolución ciudadana.

Aquí, en un análisis o sinceramiento histórico objetivo, debemos concluir que, a la llegada de Correa, en los 30 años anteriores, desde el retorno a la democracia, Ecuador había vivido 30 años de democracia, con las vicisitudes propias de la misma.

Los primeros 20 años, desde 1977 hasta 1996, Ecuador vivió una democracia perfectamente pendular, con gobiernos de izquierda y de derecha sucediéndose en el poder. Señalo 1977 como el inicio de la democracia porque fue entonces cuando la dictadura militar permitió que tres comisiones jurídicas de miembros intachables presentaran al país las alternativas de constitución que luego el pueblo aprobaría en 1978. En el último tercio, tres presidentes no pudieron aguantar la presión y tuvieron que renunciar presionados por las circunstancias. De esos tres, Abdala Bucaram fue el único que cayó por sus propios errores, sumado a su personalidad cantinflesca. Bucaram además no fue reemplazado por su vicepresidente como mandaba la constitución, sino que el Congreso, arrogándose funciones nombro a un presidente provisional. En el caso de Jamil Mahuad y Lucio Gutiérrez, fueron sustituidos por sus vicepresidentes.

Durante la “década ganada”, Ecuador perdió la libertad de expresión y la libertad de prensa. La protesta social y la oposición fueron criminalizadas. Las funciones del estado, incluidos la justicia, los organismos de control y electoral, fueron cooptados en favor del líder autoritario. Los recursos provenientes de la bonanza petrolera y el agresivo endeudamiento, aproximadamente 500.000 millones de dólares, fueron dilapidados, quebrando al país. Adicionalmente, la corrupción alcanzo niveles inéditos. Miles de millones de dólares fueron a parar a las manos de los revolucionarios del siglo XXI.

Moreno fue el candidato escogido por Correa e impuesto por fraude electoral a pesar de haber perdido las elecciones. No obstante, tres elementos obligaron a Moreno a poner distancia:

La ira de Correa desde Bélgica, acostumbrado a ser la única voz, ubicó a Moreno, de la noche a la mañana, en la orilla opuesta al correísmo.

Al momento, tenemos entonces en Ecuador, un gobierno correista sin Correa, una revolución ciudadana, socialista del siglo XXI, sin las odas al castrismo, sin el culto a la personalidad de nadie, es decir, vacía de contenido revolucionario.

Y aquí viene mi punto de inflexión.

¿Dónde quedaron el castrismo, el sandinismo, el Che Guevara y los cantos revolucionarios?

¿Como pudo desaparecer una revolución que había echado raíces tan profundas en 10 largos años?

La respuesta es que no existe ninguna identificación real ni sustentable de la sociedad y cultura ecuatoriana actual, con el castrismo, ni siquiera con la parte romántica de esa revolución que algún día enrolo en sus huestes a jóvenes y a brillantes intelectuales de izquierda.

Actualmente en Ecuador una convocatoria a un mitin revolucionario, de ensalzamiento o embelesamiento del castrismo no atraerá ni a veinte personas. Consecuentemente el castrismo como problema socio político no existe en la sociedad ecuatoriana de hoy.

Nuestro pueblo es fácil presa si, del populismo, que puede ser de izquierda o de derecha. El populismo es el enemigo, no el castrismo. En otras palabras, ni Castro ni Pinochet.

Lo que me lleva a reflexionar sobre, que es realmente lo que queremos en Latino América. Que sociedad, que tipo de gobierno es al que realmente aspiramos.

La respuesta nos debe llevar a aspirar un gobierno responsable, no importa si de derecha o izquierda, porque si es responsable entonces será democrático.

En este punto debemos reflexionar también sobre la forma de oponernos a las dictaduras del siglo XXI, porque es algo en que hemos fallado ampliamente.

Analicemos las estrategias empleadas hasta ahora.

Debemos concluir que lo único efectivo y que ha dado al traste con estas dictaduras del siglo XXI ha sido:

  1. Tener una propuesta clara de gobierno responsable a instituir, en reemplazo de los fracasados, violentos y corruptos gobiernos de la revolución.
  2. Concentrarnos en la lucha anticorrupción porque en esa lucha tenemos aliados muy importantes y muy poderosos: los sistemas de investigación del lavado de dinero y del enriquecimiento ilícito, de Estados Unidos, Brasil y la mayoría de Estados medianamente responsables de mundo.

Aceptemos que, si en Argentina hay un ex vicepresidente preso y en Ecuador un vicepresidente en funciones, también preso, es únicamente por el accionar del juez Moro en Brasil y de un juez en Argentina, que se atrevieron a desafiar al poder y hacer cumplir la ley. Lo mismo aplica para los sistemas de prosecución criminal de estados Unidos, Suiza y otros países que han hecho posible que el caso Odebrecht y otros, se conviertan en el mejor cazador de dictadores.

Personalmente veo que muy pronto tanto Cristina Kirchner como Rafael Correa tendrán una orden internacional de detención por los delitos cometidos, que pasan por corrupción, pero también incluyen el asesinato y el crimen político.

En conclusión, sigamos en la lucha, pero enfocados, con un norte claro e inspirados no en lo que no queremos sino en los valores y principios de democracia, libertad y honor.

*Las opiniones aquí publicadas son responsabilidad absoluta de su autor*