Por: Luis Gonzales Posada - 22/08/2025
Después de 20 años de hegemonía, el Movimiento al Socialismo (MAS), partido político de Evo Morales, ha sufrido una catastrófica derrota electoral al obtener un solo escaño de los 130 que conforman la Cámara de Diputados y ningún representante de 60 miembros de la Cámara de Senadores.
La derrota la comparte con el presidente Arce, cuyo gobierno exhibe una desbocada inflación anual de 25% (1.69% en Perú) y la dramática caída de las reservas internacionales netas (RIN) de US$15,137 a US$166 (en nuestro país las reservas escalan US$ 87,130)
Por esa causa no tienen divisas para importar bienes y servicios; tampoco hay dólares para comprar combustible y los transportistas tienen que hacer largas colas en los grifos, en algunos casos de dos días.
Todo lo dicho sucede a pesar de que Bolivia cuenta con grandes reservas gasíferas que han experimentado una drástica caída de 37% en los últimos años porque - irresponsablemente- no invirtieron en exploración ni explotación del hidrocarburo, y las exportaciones se redujeron de 54% al 18.8%.
Igual sucede con el litio, producto empleado en baterías de vehículos eléctricos y dispositivos electrónicos. Bolivia cuenta con inmensos depósitos de este estratégico mineral, calculado en 21 millones de toneladas cúbicas, pero que están sin extraer por carencia de recursos y tecnología.
En ese contexto, resulta sencillo entender el resultado de los recientes comicios, dónde el candidato democristiano, Rodrigo Paz Pereira, obtuvo 32.2% de votos y el expresidente Jorge Quiroga, 26.8%. Ambos deberán ir a una segunda vuelta programada para el 19 de octubre y resultará ganador quien logre capitalizar el 20% obtenido por el centroderechista Samuel Doria Medina, quien ha adelantado su respaldo a Paz Pereira.
Con Bolivia nos unen lazos históricos. Un tiempo formamos parte de la misma nación y compartimos frontera de 1, 047 kilómetros. Asimismo, integramos -con Colombia y Ecuador- la Comunidad Andina de Naciones, CAN, entre otros organismos multilaterales.
Sin duda, el nuevo régimen que se instale en la nación altiplánica abandonará las políticas económicas estatistas y apuntarán hacia la economía de mercado y, al mismo tiempo, a romper su antidemocrático encadenamiento al bloque del socialismo del siglo XXI, integrado por Nicaragua, Cuba y Venezuela, con oscuros pactos con Irán, Rusia y la secta terrorista Hezbollah.
Morales se halla, como fiera enjaulada, en la zona cocalera de El Chapare, en Cochabamba, evadiendo cobardemente una orden judicial de arresto por violar a una menor de 15 años, con quien tuvo una hija.
Pero, a pesar de estar oculto, sigue siendo un sujeto extremadamente peligroso. Recordemos, por ejemplo, que cuando perdió las elecciones del 2018 pretendió revertir el resultado apelando al fraude electoral, desencadenando violentas protestas que incluyeron bloqueos de carreteras y agresiones a las fuerzas policiales. Finalmente tuvo que asilarse en la embajada de México, protegido por López Obrador y de ahí recaló en Argentina, amparado por Cristina Kirchner y Alberto Fernández, desde donde impartió directivas para que sus partidarios no permitan el ingreso de alimentos a las grandes ciudades, especialmente a La Paz.
Ahora amenaza con sublevaciones y sus seguidores dicen que en la segunda vuelta el Tribunal Electoral y el Gobierno, “en vez de contar votos, van a contar muertos”.
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